¿Por qué el libro?
Este libro escrito entre amigas para un amigo fue pensado para continuar compartiendo las experiencias de una comunidad educativa que no se asustó frente a grandes problemas ni se paralizó. Y que al actuar, además, ha compartido el camino emprendido a otros que también deseen transitarlo.
¿Por qué el objeto libro? Porque es una tecnología que aun nos convoca a todos, sin excepción desde su autonomía y libertad de fuentes, cargadores y pantallas.
Un libro que atesora lo vivido, que abre desde su interioridad una riqueza conquistada, a fuerza de pensar en equipo, de proyectar, de animarse a transformar y de volver a cambiar cuando la evaluación así lo indica.
Un libro que abre su corazón de papel para que también otros puedan usufructuar la riqueza soñada, proyectada, concretada y en proceso de evaluación, contextualizándola, por supuesto, a sus particulares situaciones.
Un libro que desde su pequeñez invita a un gran salto, el de la transformación de ese maravilloso lugar que es donde los adolescentes deben estar: la escuela.
Un libro que, desde su aparente quietud, abre la posibilidad al dinamismo que permite la tecnología digital. Dentro de la quietud del libro emerge el dinamismo de la vida misma que se irá incorporando en la medida en que la transformación siga su curso.
Un libro que confía que su homónimo digital continuará albergando nuevas noticias de las aventuras de un grupo de valientes.
Un libro que habilita esta situación y no la inversa de viajar desde la tecnología digital hacia el libro, es un libro valiente.
Arriesgado lector, has llegado hasta aquí porque tuviste el arrojo de saltar desde las páginas de papel a este otro mundo de bits, deseamos que tu travesía sea placentera y motivadora, y te invitamos a regresar cada vez que los sientas necesario al lugar de lo permanente: el libro de papel.
En palabras de Ariel…
"Si nos animamos a cambiar debemos olvidarnos de las clases magistrales, de las pruebas escritas u orales y de las calificaciones tal cual las conocemos hoy", les dije con la euforia de quien está a punto de comenzar una travesía compartida. "Vamos a trabajar por proyectos multidisciplinarios y a evaluar por competencias", les resumí.
"Te felicito por la valentía", me dijo una de las mamás al salir de la reunión donde les había anticipado algunos de los cambios que teníamos pensados. No pude comprender el verdadero sentido de la frase, pero era la primera vez que un cosquilleo invadía mi cuerpo, entendiendo la enorme responsabilidad que nos disponíamos a enfrentar.
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También nos preocupaba saber cuántos de nuestros egresados habían llegado a proseguir sus estudios superiores en carreras acordes a la modalidad de nuestro Instituto.
Los números fueron contundentes en ambos casos: hasta la cohorte 2011 (egresados en 2015) cinco de cada diez habían obtenido su título (sólo tres en tiempo y forma, sin interrumpir su trayectoria escolar) y de ellos, uno o ninguno elegía carreras superiores de acuerdo con la disciplina en los que los habíamos formado.
La mamá se acercó y me preguntó si estábamos seguros de lo que estábamos haciendo. Argumentó que su hija no se encontraba demasiado cómoda con la manera de dar clases que habíamos adoptado a principios de año, le parecía que trabajaba mucho en relación con los demás integrantes de su grupo, que estaba mucho tiempo sin hacer nada y que "le habían bajado la nota por usar el celular". Traté de argumentarle por qué era necesario este cambio y me interrumpió diciendo que "de aquí han salido profesionales, médicos, ingenieros, abogados, contadores, arquitectos...". Pensé en la cantidad de adolescentes que quedaron en el camino en los últimos años, en sus familias, en la cantidad de puertas que no se les abrirían, en las posibilidades que se perdieron al no compartir con sus amigos innumerables experiencias, y le contesté: "nosotros estamos seguros de lo que estamos haciendo" aunque en el fondo había algo como que me producía un cosquilleo, creo que fue la segunda vez que sentí la enorme responsabilidad que nos acometía.
…La última reunión realizada con los padres de los estudiantes de quinto año fue una de las más difíciles. Una de las mamás, con voz fuerte pero no gritando, se sentó en el borde de la silla y dijo, adelantando la cabeza y la parte superior del tronco, que su hija no había aprendido nada durante los últimos tres meses y que no estaba segura de qué le esperaba en la universidad. Mientras imaginaba los cuatro años y dos trimestres que su hija había cursado bajo "el viejo sistema", trataba de interpretar a qué se refería, y si en realidad estaba pensando que en los últimos tres meses habíamos hecho lo suficiente como para arruinar la carrera profesional de una joven de diecisiete años, que pasó gran parte de su vida dentro de un ámbito escolar. Fue la tercera vez que un cosquilleo invadía mi cuerpo, entendiendo la enorme responsabilidad y que teníamos que trabajar muy duro para enfrentar el próximo ciclo lectivo.
En todo momento cuidamos que lo que pensábamos y luego proponíamos y llevábamos al aula, no estuviera alejado de las leyes y normativas que regulan el sistema educativo nacional y provincial. Este también era uno de los motivos que nos hacían sentir seguros ante la presión de la comunidad y no quería dejar de decirlo en este momento, en el que algún avispado lector podría estar formulándose para sí alguna pregunta al respecto.
Si bien para el fin de este primer año de transformación, las cosas fueron apaciguándose, los espíritus más sensibles tuvieron que hacer un enorme esfuerzo para no flaquear y dejarse llevar por las inseguridades. Quizás, en definitiva, lo habíamos resuelto "a la vieja escuela", siendo algo contemplativos en las calificaciones y en los exámenes.Al fin de este primer año nadie repitió.
Aquella primera experiencia nos permitió entender que no era bueno trabajar en proyectosinterdisciplinarios de la forma en que lo hacíamos (permítanme no entrar en demasiados detalles ala sazón de no confundir), y que los acuerdos para la evaluación no eran lo suficientemente claros, nisiquiera para nosotros mismos. Así que decidimos que cada uno de nosotros tendría a su cargo supropio proyecto disciplinar (dejando la libertad de trabajar en proyectos interdisciplinarios entre dos o más docentes para quienes lo quisieran) y unificar los criterios de evaluación basándonos en las ocho competencias básicas acordadas en su momento.
Diciembre de 2015 nos obligó a reflexionar mucho sobre la forma en que estábamos trabajando, anotamos una lista de aciertos y errores y nos decidimos a profundizar el cambio.
Estábamos de acuerdo en que cada docente propondría su propio proyecto, también estábamos de acuerdo en que durante el desarrollo de cada uno de los proyectos, evaluaríamos basándonos en competencias básicas, así, el docente de Historia podría evaluar competencias de comunicación lingüística que influirían no solo en la materia Historia, sino también en Lengua y Literatura, por ejemplo. También desarrollamos un sistema de rúbricas que permitía transformar automáticamente las competencias alcanzadas por los estudiantes, al sistema de calificación establecido por la normativa.
También estábamos de acuerdo en que todos trabajaríamos en proyectos en cada uno de nuestros espacios curriculares.
Cabe aclarar que, cuando hablamos de proyectos, no nos referimos simplemente al Aprendizajebasado en proyectos, sino también en Métodos de casos, Aprendizajes por problemas, Aprendizajes por acontecimientos o fenómenos, Aprendizaje cooperativo, y cualquier otra estrategia de aprendizaje centrada en el estudiante.
Paralelamente, nos dispusimos a establecer otros espacios opcionales que les permitieran a nuestros estudiantes desarrollar su vocación y apoyarlos en la continuidad de sus estudios. Así creamos los Talleres Intensivos de Acompañamiento a la Vocación (los TIAV), que tenían el carácter de obligatorios y opcionales y abordaban disciplinas como las matemáticas, las ciencias biológicas, las ciencias económicas y el derecho. Estos cuatro talleres se dictarían paralelamente a la realización de proyectos. También se establecieron cuatro niveles de Inglés donde se ubicaron a los estudiantes según sus conocimientos previos de esa lengua extranjera. Más tarde, surgieron otros talleres, como el de Lectura, que dieron paso a más cambios.
A pesar de realizar modificaciones constantes, 2016 se presentaba más tranquilo que finales de 2015. Mientras adquiríamos confianza, monitoreábamos el clima escolar y las estrategias pedagógicas a través de instrumentos como mesas de debate, encuestas y cuestionarios.
Al finalizar el primer trimestre, nos dimos cuenta de que eran muchos los docentes que no habían cargado sus calificaciones y, cuando lo hicieron, el sistema comenzó a tambalear haciendo quealgunos estudiantes obtuvieran calificaciones exageradamente altas o exageradamente bajas, producto de la influencia de ciertas materias por sobre otras, debido a la unificación de criterios. Estas consecuencias las sufriríamos hasta el final del período de calificaciones. A pesar de que habíamos hecho lo posible para que esto no ocurriera, el factor humano tuvo mucho que ver y cuando llegó el momento de confeccionar los boletines, ya era demasiado tarde para volver atrás.
Los dos trimestres restantes redoblamos los esfuerzos para corregir este inconveniente y sobre elúltimo trimestre ya algunos docentes comenzaron a trabajar sobre las subcompetencias en la confección de rúbricas, logrando mejores resultados.
Sobre el final del año, advertimos que existía otra variable en la que no habíamos reparado y era la de cantidad de proyectos que los estudiantes habían realizado durante todo el ciclo lectivo. Si tenemos en cuenta que, en promedio, un docente propuso la realización de cinco proyectos al año, con una estructura curricular de once materias en cada curso, tenemos un promedio de cincuenta y cinco proyectos al año por curso,cincuenta y cinco investigaciones distintas, cincuenta y cinco puestas en común de esas investigaciones, y cincuenta y cinco productos finales. Un derroche de esfuerzo con el que no contábamos.
Sobre el último cuatrimestre de 2016, el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe, puso a disposición de las escuelas un documento denominado "Núcleos Interdisciplinarios de Contenidos (NIC): La educación en acontecimientos", donde se proponía abordar el aprendizaje de los estudiantes a partir de los núcleos temáticos interdisciplinarios. Este documento se constituyó en el punto de partida de los nuevos cambios que llevaríamos adelante.
En octubre y noviembre realizamos reuniones docentes para definir los núcleos temáticos sobre los que trabajaríamos durante el ciclo 2017, antes habíamos trabajado sobre los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAP) y los Diseños Curriculares Jurisdiccionales actualizados a 2014.
Tras definir estos núcleos, cada uno de los docentes comenzó a definir los aportes que realizaríadesde su disciplina bajo la perspectiva de un método que hoy llamamos BIN (Básico-Importante- Necesario). Cada docente estableció qué contenidos consideraba básicos y no negociables basándose en los NAP, qué contenidos consideraba importantes para abordar la temática propuesta basándose en los NIC y, por otro lado, qué contenidos consideraba necesarios, entendiéndose como necesarios aquellos que debería conocer un determinado estudiante para continuar sus estudios o desempeñarse en el mundo del trabajo. Sobre los contenidos básicos e importantes trabajamos en el desarrollo de proyectos para un determinado curso y para todos los estudiantes de ese curso; sobre los contenidos necesarios trabajamos en la creación de talleres optativos y obligatorios, donde no solo se incluirían los TIAV, sino también una diversidad de talleres. Hablamos también sobre la posibilidad de perfeccionar el sistema de evaluación dejando de utilizar las competencias básicas como parámetro y se comenzaron a elaborar nuevos criterios, más específicos para cada una de las disciplinas.
Al finalizar la exposición sobre nuestro modelo educativo en la Universidad del Centro de Estudios Latinoamericanos (UCEL) en la ciudad de Rosario, en noviembre de 2016, se abrió una ronda de preguntas. Me acompañaban un docente y tres estudiantes del cuarto año. Era una de las charlas a las que amablemente nos había invitado el Mag. Pedro León Vivas, titular de la cátedra Escenarios Contemporáneos y Educación Superior de la carrera del Profesorado Universitario. Se hizo un breve silencio y desde el fondo surgió la pregunta hacia las estudiantes: "Si pudieran definir en tres palabras este modelo de aprendizaje, ¿cuáles serían?". Fue la última vez que un cosquilleo recorrió mi cuerpo, me sentí interpelado, inseguro, tenía ganas de anticiparme y contestar y lo hubiera hecho si hubiera tenido en mi boca esas tres palabras. Pareció un siglo, pero fueron décimas de segundo. "Respeto, comunicación y responsabilidad", dijo una de ellas. Los ojos se me humedecieron de la emoción y comprendí que lo habíamos logrado, que habíamos logrado el primer paso: comenzar a transformar la educación para nuestros hijos